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Beatificación del Padre Arnaiz S.J.

El 20 de octubre de 2018 fue Beatificado en la S.I. Catedral de Málaga el P. Tiburcio Arnaiz fundador de las Misioneras de las Doctrinas Rurales

Crónica de un día histórico

CEREMONIA DE BEATIFICACIÓN


APERTURA DEL PROCESO DIOCESANO DE LA SIERVA DE DIOS Mª ISABEL GONZÁLEZ DEL VALLE

El 25 de noviembre  de 2019, el Sr. Obispo de Málaga ha recibido el juramento y la profesión de fe, y entregado sus respectivos nombramientos, a los miembros del Tribunal nombrado para la investigación diocesana de la beatificación de la Sierva de Dios María Isabel González del Valle Sarandeses.

 

 

 

 

El Tribunal para la investigación diocesana de la causa de beatificación queda constituido por:

Rvdo. D. Federico Cortés Jiménez, Juez Delegado.

Rvdo. D. Antonio Eloy Madueño Porras, Promotor de Justicia.

D. Francisco Antonio Cervantes Mauri, Notario-actuario.

Hna. Inmaculada Vila Morera, Postuladora de la causa de beatificación.

 

 

 

CONTACTO

Para más información dirigirse a:

Misioneras de las Doctrinas Rurales

C/ Brahmas, 7 9ºA

29004 MÁLAGA

Tlf: 952231484

España


C/ Cueva Santa, 27

12526 Villavieja (CASTELLÓN)

España

Tlf: 964 67 71 13

 E-mail: info@mdrurales.com

www.mdrurales.com

www.padrearnaiz.es

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¿CÓMO COLABORAR CON NOSOTRAS?

¿CÓMO COLABORAR CON NOSOTRAS?

TODOS, con oraciones y sacrificios por el fruto de nuestro apostolado.

 Él, en un momento, puede cambiar los corazones y los planes de los hombres. Por eso lo que tenemos que hacer es tenerlo a Él siempre de nuestra parte, confiando del todo y de verdad en su Corazón». (María Isabel)

 

 

 LOS QUE PUEDAN, económicamente, como bienhechores.

Vivimos totalmente de la Providencia, ya que no podemos recibir nada de las personas que se benefician de nuestros trabajos, pues los que más nos necesitan, son los que no pueden mantenernos.

IBAN ES83 0030 2086 6500 0008 0272

 

ALGUNAS, como auxiliares.

Conviviendo temporalmente (semanas, meses, cursos) con las misioneras en las Doctrinas, compartiendo nuestra vida y apostolado.

 COMO MISIONERA, si Dios te llama a esta vocación apostólica y quieres colaborar con Cristo en la propagación de su Reino con el espíritu de nuestra fundadora:

 

 “Imprime con fuerza en mi corazón del deseo de salvar las almas como Tú las salvaste, con el sufrimiento, la humillación y el abandono de todos”

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CÓMO COMENZARON LAS DOCTRINAS RURALES

CÓMO COMENZARON LAS DOCTRINAS RURALES

Doctrinas urbanas

Cuando nuestro fundador, el P. Arnaiz, llegó destinado a Málaga en 1912, la capital estaba pasando por una decadencia económica debido a varios factores: la enfermedad de la filoxera en las vides malagueñas, la textil cedía su importancia a Cataluña, la siderurgia no pudo competir con Vizcaya. Donde se palpaba más esta situación de pobreza material y espiritual fue en los corralones. Son casas de vecinos de muy pocos recurso económicos, que constaban de un patio a cuyo alrededor convivían numerosas familias. Para cada una de ellas a veces sólo había una habitación. Los servicios eran comunes. Eran gente mal alimentada y sin cultura. Las blasfemias se oían con frecuencia y era difícil que un sacerdote pudiera entrar para llevarles los sacramentos. A veces les tiraban piedras. El P. Arnaiz sufrió en su propia persona la antipatía reinante en los corralones malagueños hacia los curas, sobre todo cuando un día le arrojaron una rata muerta. Pero no era él como para arredrarse y sentía un enorme deseo de ayudar en sus males materiales y de llevarles el consuelo de la fe. Un día yendo por el Barrio de Santo Domingo, donde ver un sacerdote era motivo de animadversión, se le acercaron unos jóvenes pidiéndole lo que llevaba, con no muy buena intención. El Padre, muy sereno, les dijo: “Hijos míos, no tengo nada que daros, no llevo nada; sólo tengo el corazón que, si lo queréis, os lo doy”. Y ante esta prueba de amor tan grande, ellos se retiraron, dejándole el paso libre.

 

La necesidad

Él, con su penetrante mirada pastoral, agudizada por su ardiente caridad y celo por las almas, descubrió un campo amplísimo, no roturado aún, al que dedicó una atención extraordinaria. Pero poco podía hacer un sacerdote solo en medio de un ambiente como el que hemos descrito. Y comprendió que para esa tarea hacía falta comenzar por lo más exterior y lo más visible: proporcionar a quienes se veían como abandonados del resto de la sociedad un poco de cercanía con quienes les pudiesen aportar algo estimable en su escala de valores. Y pensó en colaboradoras de otro rango social para que les mostrasen su interés y su caridad cristiana,  las encontró sobre todo en las clases más pudientes. La gracia de Dios le ayudó y supo descubrir que, entre las damas y señoritas distinguidas de Málaga, había almas verdaderamente cristianas, con sentimientos muy parecidos a los suyos y que bastaba que se les ofreciese la oportunidad de hacer bien a sus semejantes más necesitados para que pusiesen manos a la obra con una abnegación que fue la admiración de quienes fueron testigos de la transformación de los corralones malagueños. Él no era de nadie en particular y lo era de todos, y así pudo hacer de puente entre los de arriba y los de abajo.

 

 

El método

Pero pensemos lo que suponía para estas colaboradoras renunciar a una vida cómoda, llena de bienestar y sobrada de todo lo que una mujer culta y con medios abundantes les brinda las amistades de igual alcurnia, con sus posibles diversiones y reuniones. Pero supieron escoger entre ese mundo opulento y fácil o el ir a unos corralones, y más adelante veremos que no fue sólo el ir a los corralones, sino también a aldeas y pueblos pequeños a vivir entre pobres, para llevarles la fe y el amor cristiano. Dos de sus más insignes colaboradoras, en esta época, fueron Emilia Werner Martínez del Campo y Concha Heredia Loring.

Comenzó por escoger uno de los corralones mayores, con más número de vecinos, pero pronto esta labor social y apostólica se extendió por todos los otros. Alquilaba una habitación o conseguía del dueño que se  la cediese. Entonces mandaba allí a algunas de estas criaturas abnegadas y excepcionales de que venimos hablando. En número de dos o tres, iban de siete a nueve de la tarde y comenzaba a reunir, primero a la chiquillería, luego a las jóvenes y más adelante a las mujeres y también a los hombres, aunque a estos era el Padre el que les prestaba más atención, como era lógico. Él iba cuando el ambiente estaba ya más adecuado y se podía profundizar más en las cosas del alma. Ellas, con paciencia y constancia, iban enseñándoles las primeras letras, a leer, a escribir, a hacer las cuentas más sencillas y las nociones de la religión, lo más elemental según les explicaba el Padre: las verdades de la existencia de Dios, del alma, de la necesidad de salvarse, etc.

 

El cambio

Poco a poco la indiferencia y la frialdad del principio iban desapareciendo, ante el agradecimiento de ver que había quienes se interesaban por ellos. Cuando se juzgaba ya oportuno, aparecía el P. Arnaiz, hacia el final de la jornada, cuando hubieran vuelto del trabajo los hombres que lo tenían, o los que estaban parados hubieran vuelto de su callejear aburrido. El Padre les enseñaba lo mismo que las señoras, pero con esa impronta suya de bondad y humildad, y, siendo hombre y sacerdote, les causaba a todos más admiración. Llegaba el momento en que le esperaban con verdadero interés.  Una vez caldeado el corazón de aquellas pobres gentes e iluminada, en lo más necesario, su inteligencia, el Padre, durante tres noches, les daba una misioncita para prepararles a recibir los sacramentos. Se acudía para le celebración de la Eucaristía, en ese día señalado y para las confesiones y comuniones o bien a la parroquia en cuya demarcación estaba el corralón o a la iglesia de S. Agustín, donde los jesuitas tenían sus ministerios. Había que atender a bautizar a chiquillos todavía sin haber recibido las aguas redentoras, a arreglar matrimonios, a establecer las paces entre quienes andaban enemistados sin apariencia de reconciliación, etc. y, junto con ello, el buscar trabajo para quienes fueran capaces y socorrer económicamente las necesidades más urgentes.

 

Y después ¿qué?

La asistencia a un corralón, hasta sacarlo un poco de lo más profundo duraba unos meses. Pero ahí no terminaba la tarea. Buscaba, entonces, el Padre a una maestra que siguiera yendo cada día para que, en una miga o escuelita unitaria, continuara la enseñanza, que se había comenzado, a los niños y niñas y también a los mayores. Las catequistas han dejado la relación de corralones que se atendieron y en los que tuvieron doctrinas: Los Cuartos de Granada (en la Alcazaba), en los Corralones de Larios, en el Barrio de Huelin, en El Bulto, en calle Cañaveral, en el Corralón de Sta. Sofía, en Puerto Parejo, Corralón de Chaves, y en otra casa allí, en la Calle de los Negros, el al Capilla de San Lázaro, en la de Zamarrilla, en la Capilla de la Farola, en Calle Obando, frete a la plaza de toros, en calle Curadero, en calle Rosal Blanco, en la Goleta, y en unos corralones del Pasillo de la Cárcel, en el Corralón de la Pastora, cerca de San Bartolomé y otro por ese sitio, en el Barrio Obrero y en los Portales de Chacón. En total alrededor de unos veinte.  Nos dice Emilia Werner: “A los dos o tres años de estar en estos trabajos: en los barrios ya no había ninguna muestra de hostilidad a la religión, y en toda clase de gente una gran veneración al Padre, que empezó entonces y bien se ha visto en su muerte”. Hubo que buscar la forma de mantener aquellas maestras que, aunque de conciencia y espíritu cristiano, había que remunerar económicamente. Colaboraron en eso el Apostolado de la Oración y personas particulares que no quisieron que quedase su nombre ensalzado. Su idea era que intentasen dejar algo formado para cuando ellas marchases. En una carta en Septiembre de 1918 les dice a Concha y Emilia: “Vayan preparando las cosas para que, al irse Vds. de ahí, quede algo que levante el espíritu, ya sea el Apostolado, ya conferencias, visitas de pobres, doctrinas, escuela dominical o algo que dure con el favor de Dios, mayormente habiendo quienes ya se prestan a ayudarles.”

En verano de 1916, cediendo a las insistentes peticiones del Sr. Obispo de Cádiz, el P. Arnaiz fue destinado a  aquella ciudad, se deja entender lo doloroso que fue para sus catequistas su marcha, pero el Siervo  de Dios, veía en todo la Voluntad de Dios y estaba muy por encima de los apegos a las cosas de esta tierra. A través de sus cartas siguió animando a estas señoras, en una de ellas a Emilia Werner le decía: “Yo estoy muy agradecido a Vds. Porque lo que hacen las gentes por la gloria de Dios, yo lo tomo como si a mí me lo hicieran, y, como Vds. hacen mucho, tengo muchos motivos… Las doctrinas Dios las bendice siempre; es su obra; no se fastidien ni se cansen de esa labor”. Él les aconsejó que buscaran a otro sacerdote de la residencia para que las atendiera. En una carta a Concha el 10 de enero de 1917 le dice:”no me haya dicho nada, sobre todo de lo que piensan del corralón de Santa Sofía. La escribo por esto principalmente, porque no será bien que suene que se hará la Doctrina cuando y porque yo voy. Comprenda que esto puede lastimar a los Padres de ésa y con razón; pues siendo todos más capaces, más instruidos y virtuosos que yo, parece que me anteponen o, por lo menos, quieren que haga yo lo que ellos mejor pudieran hacer. Otra cosa sería tener la Doctrina preparada con el concurso de algún Padre, y luego, al ir yo, darme parte en aquel trabajo.” A su vuelta de Cádiz en 1917, por delicadeza ni intentó volver al campo que, si fue suyo en el origen, ya estaba ocupado.

 

Pero su idea era otra

Después de la comunión que cerraba una doctrina malagueña, mientras buscaban una mujer que pusiese escuela de párvulos, dice el Padre a la señorita Emilia Werner:

“- Esto no es mi idea; lo que pienso es que sean señoritas las que vayan por el amor de Dios a poner las escuelas en los pueblos.

– Padre, eso no es posible

– Cuando Dios quiere una cosa, no hay imposibles; Él manda las personas y los medios; si Él quiere lo que me imagino, se hará en hora por Él señalada. “

En octubre de 1920 fue a El Burgo a consagrar el pueblo al Sagrado Corazón y al ver unas casas desparramadas por el monte y no ver iglesia preguntó –“¿Qué pueblo es ese?” Le dijeron que se trataba una aldea perteneciente al municipio de Cártama, aunque, de hecho, quedaba más cerca de Pizarra. Que sus habitantes sólo tenían de cristianos el que iban a Pizarra a bautizarse, a casarse, los que lo hacían, y a enterrar a sus difuntos. Era la llamada Sierra de Gibralgalia. Se llegaba a ella solamente a pie o en bestia ya que no había camino para vehículo. En enero de 1921 fue a Pizarra para la misión y consagración del Sagrado Corazón con s su imagen desde la sierra de Gibralmora. Así le escribe a su hermana el 14 de enero de dicho año: “Salí para esta misión, y para el domingo o el lunes volveré a Málaga. Muchas cosas te diría de estas tierras y de la entronización del Sgdo. Corazón en un alto de una sierra, que llaman Gibralmora, y domina una gran de extensión. La hizo el Sr. Obispo. (San Manuel González) Vinieron ciento diez seminaristas y un gran número de sacerdotes, y aquí continuaron todavía los misioneros en casa de los Sres. Condes de Puerto Hermoso, que nos atienden con exquisito esmero.”  Desde allí veía el Padre aquellas casitas diseminadas por la pequeña sierra y tratándolo con el Sr. Párroco y el mismo Conde y acompañado por ellos se decidió a subir a conocerles y evangelizarles, aunque solo fuese en lo más elemental de las verdades de la fe. Lo que ocurrió allí en una noche y en un día no tiene explicación humana. Los reuniría y su palabra llena de unción les llegó al alma. Confesaron y comulgaron los niños y los mayores. Fue la primera comunión de todo un pueblo. La gente era sana de alma, sólo muy ignorantes y, cuando vio el cariño con que se le trataba, a lo que no estaba acostumbrada, se abrió a la gracia de Dios. El Padre volvió a Málaga lleno de gozo por el milagro de la gracia en las almas, pero también volvió con el corazón partido de pena, al tener que dejar a aquellas buenas gentes nuevamente en su soledad. Pero… ¿quién iba a estar dispuesta a querer irse con aquellas almas renunciando a la comodidad, a los auxilios espirituales de misa y comunión, médico, luz, agua, etc? Como él bien dijo “cuando Dios quiere una cosa pondrá las personas y los medios”.

 

María Isabel González de l Valle

Al volver a Málaga el 17 de enero empezaba una tanda de ejercicios en las Reparadoras para señoras, entre ellas sus dirigidas. Allí se encontró con María Isabel González del Valle, la persona que Dios puso en su camino para realizar sus ideales. Era de la alta sociedad de Oviedo, nació en 1889 y era el número 12 de 15 hermanos. Su hermano José María fue a estudiar a Madrid y ella le acompañó para que no estuviera solo. Allí, en 1920, hizo ejercicios espirituales con el P. Castro

En el tercer día de ejercicios, en la meditación de la Magdalena, no sabía dar explicaciones, sólo sabía que “se había enamorado de Él sintiéndolo como en sí mismo es…” Era el día 22 de abril y no se le olvidaría nunca. No veía más que al Señor, estaba loca con Él y no quería ofenderle ni por nada, esa era su preocupación. Una vez le preguntó al padre por una cosa, que si era pecado, este le dijo que mortal no y ella contestó: “Pero es que yo no quiero ofender ya más al Señor, ni mortal ni venial ni nada…” Al salir de Ejercicios estaba como Mª Magdalena, pendiente de los ojos de Jesús y pasaba largos ratos ante el Santísimo, en una iglesia cercana a su casa, empapada de Dios y sintiéndolo internamente, amándolo con todo el ímpetu de su corazón ya toda entregada a Él y perdido el sabor de todo lo otro.

Iba a hacer visitas al Santísimo,  y como estaba con aquellas ansias de saber qué era lo que Jesús quería de ella, allí mismo el Señor le inspiró un pensamiento de que debería irse por esos pueblos de Dios, con su casina a cuestas, dando a conocer su amor. Esto la marcó de tal manera que desde entonces ya no dudó nunca sobre el género de vida que debía seguir. Y su preocupación constante era comenzar cuanto antes a dejarlo todo y cómo se consagraría al servicio de Dios. No la dejaba la idea de esconderse en algún pueblo, donde desconocida y pobre pudiera entregarse a una vida de perfección y ocuparse en adoctrinar a los pobres, se fue a Bélmez (Córdoba) por consejo del P. Castro el 31 de mayo. Allí había dos dirigidas suyas, doña Manuela Berza y su sobrina Magdalena García. Ayudaron al P. Castro en varias misiones, como las de Doña Rama y el Hoyo, pueblecitos cercanos. Cuenta el padre el esfuerzo tan grande que le costaba ir y venir a pie por aquellos caminos difíciles, pero más grande era el deseo que tenía de sacrificarse por Cristo. Aquí se estrenó en el apostolado en el que tanta gloria había de dar a Dios. El P. Castro fue destinado como misionero a las Carolinas, y él pensó que podría unirse a él misionando a los infieles, recibió su primera carta desde allí encomendándole que fuese a conocer a Cecilia León que tenía la misma idea de María Isabel, ésta salió para Málaga a entrevistarse con ella. Pero durante la conversación con Cecilia, ésta le explicó a Mª Isabel que mientras viviese su madre no podría hacer nada y le dio otras razones por lo que comprendió que aunque se iniciaba el proceso, el llevarlo a cabo era cosa vaga y problemática.

 

La hora de Dios

Pero el Señor en su providencia la llevó a Málaga para que conociera al P. Arnaiz que dirigía a Cecilia. La entrevista fue en el locutorio de Reparadoras, era el 17 de enero. El padre la dejó hablar y al expresarle su deseo de irse a las Carolinas, le contestó con su fina ironía: “¿Y con esos zapatos y ese vestido se va usted a ir a las Carolinas?”. Y continuó: “¡Qué Carolinas ni Carolinas cuando ahí a dos pasos de Málaga vengo yo de un pueblo donde ofrecí un rosario de cristal a quien supiera hacer la supiera hacer la señal de la cruz y ni uno solo supo hacerla… si de verdad usted quiere trabajar por Cristo yo arreglaré que pueda usted ir a enseñar esas almas. Pero ya hablaremos de eso después!”. Tenía prisa porque empezaba la tanda de ejercicios y le dijo que se quedase y los hiciese. Mª Isabel, aunque perpleja por el recibimiento que le había dispensado el padre, se puso enteramente a su disposición desde el primer momento porque comprendió por una luz de Dios que era el director que le convenía. En una de las primeras pláticas o sermones sintió que el Señor le decía interiormente: “Ese es el padre que yo quiero para ti”.

Al ver tanta insistencia y buena voluntad y con su corazón de apóstol atormentado por la necesidad apremiante que había visto en la Sierra, el padre no resistía esperar a que se llevasen a cabo los trámites para poder hacer la fundación en las Carolinas y tampoco Mª Isabel era alma como para resistir mucho en este sentido.

Por eso, aunque no descuidasen el asunto, si verdaderamente esa era la voluntad de Dios, mientras tanto muy bien podía Mª Isabel ejercitarse para las misiones trabajando en las doctrinas y al terminar los Ejercicios le dijo que se esperase hasta que le buscara alguna compañera, pues no quería mandarla sola.

Mª Isabel se volvió a Bélmez y conforme a su manera de proceder en todo, despidió a su criada y comenzó a levantar la casa escribiendo inmediatamente para comunicarle al P. Arnaiz que estaba disponible. Al llegar a Málaga se instaló en el asilo de san Manuel, pero apenas le dio tiempo a soltar los “bártulos” que llevaba pues el P. Arnaiz la mandó a ayudar a otras catequistas que estaban en la Colonia de Santa Inés. En una carta a Ángeles Macías y a Asunción Rocatallada el mismo padre les dio la noticia: “Mª Isabel se ha establecido desde hoy en la Colonia, en la casa de ustedes. Ha llevado algunas cosas por consejo mío. Antes que ustedes vengan ya habrá terminado aquello, será cosa de dos o tres semanas. Aquello va muy bien, dará una misioncita el padre superior la semana que viene.”

 

La primera Doctrina

Para enero de 1922 el P. Arnaiz encontró quien acompañara a María Isabel a la doctrina de Gibralgalia y allá subieron ella y tres más. En Málaga se levantó una polvareda de críticas y comentarios desfavorables que corrían no solo por la calle sino también entre los mismos religiosos. Realmente los motivos de estas sospechas y críticas no carecían de fundamento si se miraba desde el punto de vista de la prudencia humana, y si bien es verdad que otra buena parte veneraba al Padre y se guardaba de criticarlo, sin embargo no podía menos que quedar perpleja ante los hechos. Parecía todo ello fruto de un celo extravagante, aventurero y muy peligroso.

Con algunas de las primeras misioneras, años 30

Se alojaron en la única casa de aquellos contornos que habían alquilado por un año pues lo otro eran chozas. Ellas dormían en el desván y lo demás lo compartían entre vivienda y clases. Cada una llevó su cama de campaña y todo lo necesario para su uso. Con cajones vacios se fabricaron al momento cómodas, lavabos, una silla por cabeza, y ya está. Muy pobre pero lo imprescindible.  Aquello no era una comunidad religiosa, ni tenían votos ni compromiso alguno, las que allí estaban, lo mismo que las que trabajaban en otras doctrinas sabían que el Padre no les había empujado a ninguna a ir, ni quería retenerlas si no tenían aliento para ello, habían ido por su propia voluntad, pero el Padre las conocía muy bien y sabía que no todas tenían arrestos para aguantar una temporada muy larga en la Sierra. Ésta no era una doctrina como las demás, tanto por las condiciones de vida como por las dificultades espirituales. Mª Isabel fue la única que no se amilanó lo más mínimo porque en esta vida descansó por fin de sus ansias interiores y afanes por encontrar la fórmula que sentía de apostolado. Comprendió que había encontrado su vocación y ya no dudaría jamás de lo que ha de ser. Había dado con lo que Dios quería de ella y estaba contenta en medio de las privaciones materiales (¡eso era lo de menos!) y espirituales. No es que no las sintiese, pero era tanto lo que la llenaba el haber encontrado la voluntad de Dios en la disposición de su vida que pasaba por todo y por mucho más si cabe en un alma enamorada de Cristo.

Aquella fue la primera Doctrina Rural, se hizo iglesia que fue inaugurada por el Sr. Obispo en Navidad de ese mismo año. Se continuó el curso siguiente. Las colaboradoras de Padre Arnaiz iban y venían pero la que siempre quedaba era María Isabel. Las siguientes Doctrinas fueron en Alozaina y Montecorto y así hasta este curso 2016 han sido 277 Doctrinas. Cuando murió el P. Arnaiz algunas de sus dirigidas se fueron retirando, otras iban colaborando con María Isabel, y otras sintieron la llamada del Señor a seguir esta vocación.

“Vivamos nada más que para Él, para sufrir y hacer redención con Él, para decir a todos el Padre que tenemos”. (María Isabel)

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LAS MISIONES POPULARES Y EL BEATO TIBURCIO ARNAIZ S.J.

LAS MISIONES POPULARES Y EL PADRE ARNAIZ

La predicación de Misiones Populares fue uno de sus principales ministerios. Su íntimo amigo D. Antonio Membibre, que más tarde fue arzobispo de Valladolid, lo acompañó en una de ellas y relataba sus impresiones a la hermana del P. Arnaiz, ya religiosa:

“Tuve el consuelo de pasar diez días con tu hermano que es un misionero santo, mortificado y penitente, pues no suele dormir en la cama, se tira en el suelo y en paz; a las cuatro se levanta, hace la hora de oración, me llamaba a las cinco e íbamos a la iglesia; él solía tocar, pues el sacristán nunca estaba a tiempo; confesábamos, a las seis Rosario de la aurora.  Esta carta tenla como si fuera de tu hermano pues él no tiene tiempo, ni para un solo día, siempre misionando y no quiere más que trabajar y salvar almas; terminado el Rosario, yo me vestía en el altar y Tiburcio desde el pulpito explicando los misterios de la Santa Misa, los ornamentos sagrados, etc. Terminaba a las siete y se iban los hombres a sus ocupaciones. A las diez doctrina para los niños y a la tarde a las tres… Restableció el Apostolado de la Oración; no conoces a tu hermano, está rejuvenecido, todo le gusta, todo le asienta, no tiene comodidades ni pereza ni necesidades, una gran voz, potente, incansable, predicando todo el día y toda la noche, vida de penitencias, sacrificios y humillaciones, en verdad atraen sobre él las gracias que por su ministerio Dios derrama a torrentes”.

Como bien decía su amigo D. Antonio, el Señor, por su medio, derramaba gracias a torrentes y los tibios volvían al fervor de la vida cristiana, los justos se convertían en apóstoles y los alejados volvían al redil de Cristo, contándose casos de conversiones realmente extraordinarias.

Leyendo la lista de las ocupaciones simultáneas que tenía, parecía imposible que las pudiese llevar a cabo, dándose casos como el de Chiclana, pueblo de Cádiz en el que además de predicar una misión en las dos parroquias, a la vez dio ejercicios a religiosas, visitó la cárcel y tenía reuniones con diversas asociaciones piadosas.

En los pueblos por él misionados, reorganizaba o fundaba asociaciones para mantener la vida de piedad, como Congregaciones Marianas, las Conferencias de San Vicente de Paúl, el Apostolado de la Oración o la Adoración Nocturna, y si había algún convento, ya fuese de vida activa o contemplativa, siempre encontraba un “hueco” para atender a las religiosas. En Ronda (Málaga) incluso promovió la fundación de un Carmelo, obra que cuidó con especial esmero en todos sus detalles hasta la inauguración que, por especial disposición del Señor, resultó ser el mismo día de su entierro.

Detrás de la construcción o arreglo de varias iglesias y escuelas, también estuvo la iniciativa del P. Arnaiz y su colaboración incansable como fue en la Sierra de Gibralgalia (Málaga) o La Línea de la Concepción (Cádiz)

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MISIONERAS AUXILIARES

MISIONERAS AUXILIARES

UN POCO DE HISTORIA

María Isabel en Montecorto-Málaga en 1923. Es la que está sentada a la derecha, a su lado Leonor Werner. Atrás Rosario Merencia y Ana María muyer del notario de Algodonales

Desde que fue destinado a Málaga, en el año 1912, al Rvdo. P. Tiburcio Arnaiz S.I., nuestro fundador, le preocupó la situación de miseria material y, sobre todo, espiritual que se vivía en los llamados “corralones” (casas de muchos vecinos, en los barrios marginales).

Pero, ¿qué podía él hacer? El ambiente antirreligioso que se respiraba en aquellas zonas impedía prácticamente a los sacerdote acercarse a estas almas. En una ocasión, hasta llegaron a tirarle una rata muerta. Pronto encontró la solución. Entre sus dirigidas, se rodeó de un grupo de valientes colaboradoras. Leemos en una de sus cartas de aquellas fechas: “Yo he tenido en estos años en Málaga a varias señoras en vida apostólica, pero viviendo cada una en su casa…”.

 ¿En qué consistía esta “vida apostólica”? Guiadas por el Padre, comenzaron a dedicar su tiempo libre a adentrarse en alguno de esos corralones:

Alquilaba una habitación o conseguía del dueño que se la cediese. Entonces mandaba allí a algunas de estas abnegadas criaturas. Iban de siete a nueve de la tarde y comenzaban a reunir, primero a la chiquillería, luego a las jóvenes y más adelante a las mujeres y también a los hombres.

No cuesta mucho pensar cuál sería la extrañeza de aquel vecindario a los comienzos de esta iniciativa y la de saliva que tendrían que tragar las buenas catequistas. Ellas con paciencia y constancia, iban enseñándoles  las primeras letras, a leer, a escribir, a hacer las cuentas más sencillas y las más elementales nociones de religión.

Poco a poco, la indiferencia y la frialdad del principio iban desapareciendo y se mostraban agradecidos, al ver que se interesaban por ellos.

Una vez caldeado el corazón de aquellas pobres gentes, e iluminada, en lo más necesario, su inteligencia, el Padre les daba una «misioncita» durante tres noches para prepararlos a recibir los Sacramentos.

El P. Arnaiz con María Martos de Benítez, en laguna de las primeras Doctrinas Rurales

Pronto, el celo que lo consumía, y gracias al encuentro providencial con María Isabel González del Valle,  le llevó a extender este apostolado no sólo a las zonas más desfavorecidas de la capital, sino también a los pueblos y cortijos diseminados en los campos, a los que, debido a su aislamiento y la escasez de sacerdotes, era más difícil que les llegase la asistencia religiosa.

María Isabel encontró aquí el modo concreto en el que el Señor le pedía que se consagrase plenamente a Él. Las demás colaboradoras, dirigidas del P. Arnaiz, continuaron prestando su valiosísima ayuda en este apostolado rural, pero como «auxiliares», no de forma permanente como ella. Con el paso del tiempo, se juntaron a María Isabel, otras compañeras, que también sintieron esta vocación, comenzando a vivir en comunidad y dejando definitivamente sus casas y familia. De este modo surgió la Obra de las Doctrinas Rurales.

Pero la figura de la “misionera auxiliar” nunca ha desaparecido. Seguimos contando con un grupo de generosas jóvenes que quieren dedicar una parte de su tiempo (cada una según sus posibilidades) colaborando en el apostolado de nuestras Doctrinas.

Gracias a ellas podemos multiplicar nuestros esfuerzos asistiendo a un mayor número de parroquias. Principalmente en los días de Semana Santa, pero incluso durante cursos enteros. Por eso, ellas merecen nuestra mayor gratitud.

Al implicar a sus dirigidas en este tipo de apostolado, el P. Arnaiz se adelantó a poner en práctica, de forma eminente, las enseñanzas del Papa Francisco en su Exhortación apostólica Evangelii gaudium (120):

“La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización, pues si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos somos “discípulos” y “misioneros” sino que somos siempre “discípulos misioneros”. Si no nos convencemos, miremos a los primeros discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada de Jesús, salían a proclamarlo gozosos “¡Hemos encontrado al Mesías” (Jn 1, 41). La Samaritana, apenas salió de su diálogo con Jesús, se convirtió en misionera, y muchos samaritanos creyeron en Jesús “por la palabra de la mujer” (Jn 4, 39). También Pablo, a partir de su encuentro con Jesucristo, “enseguida se puso a predicar que Jesús era el Hijo de Dios” (Hch 9, 20). ¿A qué esperamos?”

 Animamos a todas aquellas que sienten esta inquietud misionera,  a que no la dejen ahogar en su corazón, sabiendo que, como decía el P. Arnaiz, “bien nos regala Dios cuando nos deja que lo sirvamos en sus hijos”.

TESTIMONIOS DE AUXILIARES

Continua colaborando como auxiliar y está acabando sus estudios

Mª Montserrat   Sellas Vila

El regalo que  el Señor me concedió de pasar un curso con las misioneras  ha sido para mí de mucho provecho en todos los sentidos.

He podido comprobar la mano de Dios y su Misericordia infinita para con todos.

También he tenido la oportunidad de conocer, mucho más de cerca, la sociedad y el ambiente actual. Sabía que el mundo estaba muy mal, pero tratar con tantas personas y  acercarme a sus vidas me ha iluminado muchísimo respecto a esta realidad.

Mª Montserrat organizando el juego con los niños

Aunque me costó bastante decidirme a dar el paso, ahora, si miro hacia atrás, pienso que ha valido la pena el sacrificio: haber entregado el curso a Dios  y haber tenido la oportunidad de decir a tantas personas lo mucho que Él nos ama.

Animo a todas las chicas a que hagan esta experiencia de entrega al Señor y seguro que después verán como yo, «el ciento por uno» en todas las cosas.

 

 

Continua colaborando como auxiliar y está acabando sus estudios

Mª Teresa Sellas

He tenido la oportunidad de estar en una Doctrina como auxiliar, el curso pasado. (Curso 2014-2015)

Durante estos meses, lo que más me ha sorprendido ha sido comprobar cómo, poco a poco, las almas se iban transformando por el poder de la Gracia. Era bonito y gratificante ver a la gente atraída por el Señor y sus cosas, y cómo personas que, en las primeras visitas, nos habían rechazado, más tarde se convirtieron en colaboradoras inseparables; y corazones que, parecían fríos o impenetrables, se ablandaban y se dejaban acariciar y consolar por el Señor. Fue un cambio palpable y efectivo que logró bonitas conversiones.

Son muchísimas las cosas con las que he disfrutado, como las actividades con los niños, las graciosísimas clases de memoria, pero sobre todo en las clases de manualidades con las mujeres. En ellas había siempre un ambiente gozoso y bullicioso donde reinaba el amor y la alegría. Hasta las mismas alumnas se sorprendían de que hubiera ese  buen rollo y familiaridad entre ellas y con las hermanas.

 

Mª Teresa dando catequesis a un grupo de niños

Otra experiencia enriquecedora fue poder participar en dos  Misiones Populares, una en La Rabita y otra en S. Antonio, y ver cómo el Señor a veces quiere dejarnos ver un poco el fruto del trabajo realizado, pues la Misión, al final de curso, fue una lluvia de bendiciones para el pueblo.

 

Aunque teníamos mucho trabajo y tenía que poner los cinco sentidos, había veces en que la mente estaba en otro sitio: en la familia. Esto fue lo que quizás me costó más, separarme por unos meses de mi familia. Es un desgarro en el alma que no es fácil acallar; pero es tan difícil como necesario. Pues esta separación temporal ha conseguido que la valorara más y, por supuesto, que rezara más por todos ellos.

Si alguien me preguntase si es conveniente pasar un año como auxiliar le respondería sin dudar que sí. Son unos meses de cursillo intensivo para aprender sobre la vida, tanto material como espiritualmente. Pasas más tiempo cerca del sagrario y empiezas a tener una intimidad con el Señor que paulatinamente va transformando tu interior. Es una experiencia de la que jamás me arrepentiré porque ha sido como un libro de instrucciones para muchas situaciones con las que seguro me voy a encontrar a lo largo de mi vida.

 

Mª Carmen Domínguez – TESTIMONIO DE UNA AUXILIAR que prestó su ayuda en 2007

Mª Carmen Domínguez está en el centro

La última semana de junio tuve ocasión de vivir y participar en la Santa Misión que el párroco de Valdeolivas (Cuenca), junto con las Misioneras de las Doctrinas Rurales, organizaron en el municipio. Fue una experiencia impresionante. Durante esta semana se bendijeron todas las casas del pueblo y cada vecino tuvo la oportunidad de acercarse al Señor. El P. Diego Muñoz S. I. predicó la Misión que duró una semana. Pude acompañar en sus visitas a los dos padres y presenciar la labor que realizaron. Es emocionante ver cómo las almas se van ablandando con la llegada del Señor a su casa, y la alegría que deja la visita del misionero con Cristo vivo en la Eucaristía.

Las Misas, rosarios de la aurora y demás actos previstos, estuvieron muy concurridos. Fue una semana intensa; todos estaban encantados y aprovechando el gran regalo que Dios les estaba haciendo.

Animo a todas las jóvenes que puedan a que ayuden en estas misiones porque, además del bien que podemos hacer con la Gracia de Dios, el Señor no se deja ganar en generosidad y también la derrama sobre nosotras.

Mª Carmen Domínguez

Actualmente está consagrada al Señor en el Carmelo de la Encarnación de Ávila

 

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MISIONES

MISIONES

(La letra en cursiva pertenece a la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium del Santo Padre Francisco).

Acto de recibimiento de los misioneros

Acto de recibimiento de los misioneros

Acto de recibimiento de los misioneros

Además de llevar a cabo una Doctrina (estancia más larga en los lugares misionados), las misioneras también organizan o ayudan en la organización de Misiones Populares en las parroquias donde son requeridas. La Misión es una campaña intensiva de evangelización para dar oportunidad a las almas a que conozcan o profundicen en la fe católica, a revitalizar y volverles a ilusionar en la práctica religiosa. La evangelización es un mandato que ha recibido la Iglesia de Jesucristo:

 “19. La evangelización obedece al mandato misionero de Jesús: «Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20). En estos versículos se presenta el momento en el cual el Resucitado envía a los suyos a predicar el Evangelio en todo tiempo y por todas partes, de manera que la fe en Él se difunda en cada rincón de la tierra.

9.El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás. Comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien. No deberían asombrarnos entonces algunas expresiones de san Pablo: « El amor de Cristo nos apremia » (2 Co 5,14); « ¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio! » (1 Co 9,16).”

En la premisión, uno de los actos es convocar a los jóvenes

La duración es más corta: de una semana a un mes. La táctica es ir un grupo de misioneras unos días o semanas antes de la llegada de los misioneros para preparar el camino. El fin de esa estancia previa es dar conocimiento a la  gente de los actos de la Misión, abrirles el apetito y las ganas para ir a los actos y conocer el terreno visitando las casas (localizar a los enfermos, contactar con los niños, jóvenes, agentes pastorales, hacer programa de misión, etc.). La Misión es para todos: los cristianos comprometidos, los que no practican y los que aún no conocen a Jesús.

Los jóvenes con el misionero

Celebración del Sacramento de la Unción de Enfermos

 

 

 

 

 

 

 

“La nueva evangelización convoca a todos y se realiza fundamentalmente en tres ámbitos.10 En primer lugar, mencionemos el ámbito de la pastoral ordinaria, « animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna ».11 También se incluyen en este ámbito los fieles que conservan una fe católica intensa y sincera, expresándola de diversas maneras, aunque no participen frecuentemente del culto. Esta pastoral se orienta al crecimiento de los creyentes, de manera que respondan cada vez mejor y con toda su vida al amor de Dios.

En segundo lugar, recordemos el ámbito de « las personas bautizadas que no viven las exigencias del Bautismo »,12 no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia y ya no experimentan el consuelo de la fe. La Iglesia, como madre siempre atenta, se empeña para que vivan una conversión que les devuelva la alegría de la fe y el deseo de comprometerse con el Evangelio.

Finalmente, remarquemos que la evangelización está esencialmente conectada con la proclamación del Evangelio a quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado. Muchos de ellos buscan a Dios secretamente, movidos por la nostalgia de su rostro, aun en países de antigua tradición cristiana. Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio.”

Visita a los enfermos

La Misión comienza con el recibimiento de los misioneros y para ese acto de bienvenida participan los distintos grupos de la parroquia. A lo largo de la Misión se tienen distintos momentos con predicación: Rosario de la aurora, acto general por la noche, con los niños, con los jóvenes, visita a los enfermos, celebración comunitaria de enfermos, Viacrucis por las calles, misa por los difuntos en el cementerio…, todo adaptado a las circunstancias de la Parroquia.

2.“El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado.”

Los católicos tenemos que mostrar al mundo la Verdad que es Jesucristo para darles la opción de esa vida digna y plena. Dios ha concedido a las Misiones Populares gracias especiales, las predicaciones sobre las Verdades eternas,  sobre los Sacramentos como fuentes de Gracia, sobre la oración y  la moral católica, mueven los corazones a acercarse al Señor. La facilidad para  las confesiones, el templo abierto todo el día con múltiples actos, la paz que entra en las familias visitadas por los misioneros y el ánimo y gozo que reciben los enfermos con los Sacramentos, la alegría contagiosa que prende los corazones que recuperan la Gracia divina, las Avemarías desgranadas por las calles del pueblo todas las mañanas en el Rosario de la Aurora crean un clima especial en la parroquia donde se facilitan las reconciliaciones, se hacen muchos buenos propósitos, se aviva la fe de los cercanos, se atrae a los alejados y se enfervoriza a los tibios. Siempre con la conciencia de que somos siervos inútiles, que hemos hecho lo que teníamos que hacer.

Rosario de la aurora

Rosario de la aurora

Acto del viacrucis

 

1.“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento…”