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«Todas buscan no sus intereses sino los de Jesucristo». (P. Arnaiz)

 

 

 

 

 

 

Esta exhortación, dada por el P. Tiburcio Arnaiz S.I. como lema a sus primeras catequistas, impulsa la vida interior de las misioneras, su apostolado y toda su actividad.

Procuran ante todo su propia santificación, en medio de su apostolado misionero e itinerante, viviendo los Consejos Evangélicos de obediencia, pobreza y castidad, y haciendo a sus prójimos todo el bien posible, mirando siempre lo que más les pueda ayudar a su salvación eterna.

 «Vivamos nada más que para Él, para sufrir y hacer redención con Él, para decir a todos el Padre que tenemos». (María Isabel)

 Su espiritualidad es la propia de los Ejercicios Espirituales de S. Ignacio de Loyola, concretada en la entronización del Corazón de Jesús en el propio corazón, expresión de la consagración bautismal y de la pertenencia al Cuerpo Místico de Cristo, viviendo de su Vida y deseando apropiarse de sus mismos Sentimientos. Esta espiritualidad se concreta en la vida de piedad, en la vida de comunidad y en la vida de apostolado de las misioneras.

El Señor quiere que viva siempre dentro de su Corazón, que esté íntimamente unida a Él, que con Él adore y ame a su Padre y a su Madre Santísima. Que con su mismo amor quiera a las almas y desee su salvación. Que aprenda de su Corazón, viviendo en Él, su dulzura, su mansedumbre, su humildad, su paz…». (María Isabel)

 VIDA DE PIEDAD

El centro de la vida de piedad de las misioneras es la Santísima Eucaristía. S. Manuel González, obispo de Málaga, les dio permiso para tener el Santísimo reservado en la primera «Doctrina».

Llegadas al lugar de Misión, en la mejor dependencia de la casa en la que van a vivir, lo primero que instalan es la Capilla.

«En el Sagrario lo tengo todo y allí está también unido a Cristo todo lo que quiero en el mundo». (María Isabel

  • Cada día hacen una hora de oración.
  • Si hay celebración de la Santa Misa diaria cerca del lugar de trabajo, acoplan el horario para poder asistir.
  • A medio día hacen el examen y rezan las Letanías de los Santos.
  • Tienen media hora de lectura espiritual en común.

 «Para ser misionera hace falta tener una unión continua y estrechísima con Dios. Porque el instrumento sólo no hace nada si no está en las manos del artífice». (María Isabel)

 El Santo Rosario lo suelen rezar en la iglesia del pueblo que misionan con los feligreses, y el Diurnal en común, o en particular, según el horario de cada grupo.

Terminan la jornada, con la preparación de la oración del día siguiente, el examen de conciencia y el rezo de Completas.

Además tienen un día de retiro al mes y, cada año, ocho de Ejercicios Espirituales.

 “Imprime con fuerza en mi corazón el deseo de salvar las almas como Tú las salvaste, con el sufrimiento, la humillación y el abandono de todos.” (María Isabel, 1928)

  VIDA DE COMUNIDAD

Viven en comunidad, en grupos de tres a cinco misioneras, teniendo por lazos de unión los de la caridad y hermandad mutua nacida de la unión con Dios.

Cada grupo tiene una Directora con la responsabilidad de velar por el bien de las misioneras y de la marcha de la Doctrina.

 Siguen un horario en común, aunque flexible, amoldándose a las circunstancias de cada lugar.

Ellas mismas atienden las tareas domesticas: hacer la comida y el arreglo de la casa, ropa y capilla, turnándose por semanas.

En los meses de verano se reúnen, fuera de los lugares de trabajo, para cuidar su propia formación: humana, teológica, espiritual, y hacer sus Ejercicios Espirituales

 

 «¡Pero qué unión tan perfectísima nos dará el Señor en el cielo a los que en la tierra quiso unir por su bondad en el mismo apostolado y en su caridad!»  (María Isabel)

  VIDA DE APOSTOLADO

CATEQUESIS Y ACTIVIDADES CON JÓVENES:

 

En las visitas a los enfermos, clases, catequesis y en todas sus actividades, procuran que las conversaciones, modales y atenciones que con todos tienen, sean medios para el fin que se proponen, que es la propia santificación y la de los prójimos.

   

 

«Te bendecimos mil veces por esta vocación y te pedimos que estés siempre a nuestro lado para ser nuestro Maestro y nuestra fuerza. Haz que nos parezcamos a Ti, que imitemos tu mansedumbre, tu caridad y tu celo por las almas». (María Isabel)